domingo, 1 de mayo de 2011

Llueve.


La monótona lluvia, que repentinamente sacudía los cristales funcionó como un despertador en aquel domingo.
Como un fugitivo, su rostro se volvió triste. -Otro día con lluvia, otro día de amargura, pensaba- Aunque ya casi ni le importaba. Todo esto se había vuelto  una estúpida costumbre.
Desde pequeña había detestado los días de lluvia, pero desde hacía un mes se habían convertido en sus peores enemigos.
Veía a la lluvia como una especie de pincel. Ese pincel que pinta todo de color oscuro. El pincel que pinta el corazón humano que, perdiendo su color rojizo, se convierte cada vez más pálido. El pincel que no permite una visión nítida de las cosas. Ese pincel que daba a la luz todos los momentos emotivos que una persona intenta guardar con llave en sus adentros. Este es el pincel que lo pinta todo de tristeza, -decía-
Cada gota que caía desde lo más alto del cielo hasta el suelo, en aquel domingo, era un recuerdo triste para Marta. Montones de imágenes, de sueños, de momentos, de ilusiones, pero sobre todo recuerdos de amor.
Aquel amor que había tenido durante ocho años. ‘’ el amor eterno ‘’ –creía ella- pero que, en un día del mes pasado como aquel, de lluvia, se había desvanecido, sin dejar ni rastro.
Todos aquellos momentos que pasaban juntos, todos aquellos instantes sublimes que recordaba, todos aquellos besos, caricias, abrazos… Todas las palabras que se decían –te quiero, eres lo mejor, nunca me separaré de tu lado…- ¿Dónde se quedó todo aquello? ¿Por qué ahora se encontraba sola? ¿Cuándo volvería su amor, que desde que se había ido a la tienda de discos nunca regresó? Ella no lo sabía, nunca lo sabría.
Lágrima tras lágrima, gota tras gota, hacían juntas una melodía de tristeza, en la que, el viento azotaba en las ventanas participando en una sinfonía amarga.
Ya no quedaba nada de felicidad dentro de ella. Ya no recordaba las sonrisas que tanto apreciaba. Ya no habría nadie que la levantase de aquella mesa en la que desde hacía una mes llevaba llorando sin parar. Ya ni el mejor de los recuerdos estaba dentro de ella. ¿Ya nunca más volvería a sentir la felicidad de la vida junto a los que la querían de verdad? Jamás pudo saberlo porque ahora la invadía la lluvia, el frio, el cansancio, la oscuridad, la tristeza, la amargura. Se sentía inútil, desdichada. Porque llovía, repito llovía, y ahora también en su corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario