domingo, 1 de mayo de 2011

Su ausencia, mi carencia de vida


Cada vez que cojo este escrito en mis manos, no puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas instantáneamente. Lo leo, vuelvo a leerlo y releerlo. Entre estas breves líneas, ahora ya desgastadas debido al continuo derrame de lágrimas, se encuentran millones de recuerdos guardados, como quién guarda oro.
Hoy, día 27 de Mayo de 2000.
Querido diario:
Siento estar ausente todo este tiempo, sin dar señales de vida. Pero mi ausencia está totalmente justificada. Anteayer, 25 de mayo, ha sido el día, en el que el corazón de mi abuela dejó de funcionar, tal y como explicó mi madre. La verdad, no conozco muy bien estos sentimientos de ausencia que dicen sentirse en estos casos: desesperación, tristeza, amargura, cansancio, monotonía, soledad… pero creo que a partir de ahora me serán familiares; llevo dos días en los que todos ellos están presentes en mi vida, y ahora serán cono una estúpida costumbre.       
  Te estoy hablando de mi abuela, esa persona que desde mi nacimiento había ejercido el trabajo de una madre, una segunda madre que estuvo a mi lado hasta este momento, hasta mis 12 años de edad. Ella era quien me hacía la comida y pasaba todas las tardes jugando conmigo, leyéndome cuentos, correteando por el jardín, paseando por la alameda... pues mi madre trabajaba; ella era quien me enseñaba matemáticas, sociales, lengua, historia o lo que hiciera falta, sin olvidarnos por supuesto de toda la educación que aprendí gracias a ella. ¿Qué haré yo ahora sola? Sola, sin ella mi vida se resume en una palabra: soledad.
Me despido, necesito tumbarme en cama, comunicarme conmigo misma, y reflexionar, sobre la pérdida de una parte de mi corazón. Creo que ahora valoraré más las cosas que realmente quiero.
Quiero a mi abuela, muchísimo. Nunca me olvidaré de ella. Tampoco de ti, pequeño diario.
Saludos, Romi.

Han pasado once años desde aquel trágico momento, y mis sentimientos hacia mi abuela siguen invadiéndome. Es cierto que he aprendido a llevar mejor los golpes de la vida, y que a día de hoy ya no me duelan tanto. Sin embargo la muerte de mi abuela, (la única que tenía) ha provocado en mi un shock hasta hoy. Nunca volveré a ser la misma.

                                                                              Aida Carballo Fazanes 3ºB

                                                              

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