domingo, 1 de mayo de 2011

La primera vez.


Una venda imaginaria tapaba mis ojos, mis oídos y quizá también mi boca. A pesar de esto yo, era consciente, pero no capaz de reaccionar. Ahora, después de tres años de lo ocurrido, me veo lo suficientemente capacitada para poder contar mi historia.
Todo había comenzado una noche; una noche del mes de febrero. Yo, era una chica de veinte años. Vivía sola en un piso del centro de Barcelona, y, como cada sábado salía a dar un paseo por las calles de tan grandiosa ciudad. Desde que me había instalado en ella siempre solía parar en un bar que estaba justo dos manzanas a la derecha de la calle donde vivía. Sin embargo, aquella noche de invierno, decidí cambiar, y me fui a un local más alejado. Era oscuro, y algo pequeño, pero no estaba mal. Había un ambiente juvenil que provocó en mí, una agradable estancia. En medio de la noche se acercó a mí un chico que dijo llamarse Carlos. Era una persona encantadora, con la que estuve hablando durante toda esa noche  y las demás noches de la semana que quedábamos en ese mismo bar para vernos. El vínculo que nos unía fue aumentando más y más hasta el punto de que él se vino a vivir a mi pequeño piso, pues ya teníamos una relación estable.
Al principio todo iba bien. El me quería, y yo a él. Había encontrado a alguien que me acompañase en los años que pasaría estudiando la carrera de medicina. Ya no estaba sola sino que Carlos me arropaba, me hacía sentir bien, me animaba… Pero a medida que pasaba el tiempo me daba cuenta de que la situación empeoraba, más y más. Cada vez las discusiones eran mayores. La desconfianza entre nosotros aumentaba. Mientras yo me iba hundiendo poco a poco, quedando cada vez  menos de mi, él, se hacía superior. Crecía y crecía cuando me reñía, me  insultaba, e incluso cuando bromeaba, amenazaba con pegarme.
Increíblemente, había sufrido una transformación notable. ¿Ya no quedaba nada de aquel joven que había conocido? Pues parecía que no. Todo lo que yo hacía estaba mal, no podía salir de casa sin su permiso, todas aquellas cosas que me pertenecían pasaron a ser suyas, todos mis planes eran obligaciones que él me imponía…
Ya no aguantaba más. A medida que pasaba el tiempo, me iba consumiendo en mis pensamientos. Ya no sabía ni quién era. Empezaba a asumir todas aquellas palabras malsonantes que decía –torpe, no vales para nada, eres una estúpida, mujeres así no merecen la pena-, y lo peor de todo, en mi vida ya no quedaba nada de alegría, sino lágrimas, lágrimas y más lágrimas.
Estaba totalmente informada de los casos de violencia que ocurrían tan a menudo. ‘’No quiero ser otra de esas víctimas’’ pensaba repetidamente. Pero instantáneamente algo en mi interior me retenía a denunciar. Quizás fuesen sus amenazas, quizás aún quedaba dentro de mí amor, quizás el miedo que me invadía todos los días cuando él y yo estábamos juntos. Además me sentía sola para hacerlo. Ya no tenía la confianza en mí. Tampoco tenía el apoyo de esos padres que toda la vida estuvieran a mi lado, ni de mis amigos de la infancia; todo eso se había quedado lejos, en el pasado, en mi niñez; eso estaba totalmente absorbido por Carlos.
Ahora estaba sola; no era más que un gramo de arena esparcida en el desierto. Pero ese era mi momento. Por fin volvía a abrir los ojos después de tan grande oscuridad. Por fin confiaría en mí, sería fuerte. Ya no podía seguir así, ahora estaba más segura que nunca. Yo me merecía más, mucho más que estar encerrada en llantos y tristeza. Ya no haría caso de aquel miserable que quería arruinar mi vida, ahora sería una mujer de verdad.
Era la primera vez en que mi valentía funcionaba. Salía de mi casa con las ideas claras. No, hoy no iría a la facultad como él creía, hoy iría a reencontrarme con mi felicidad. Cambiaría mi ruta habitual, caminaba hacia la comisaría.
Había roto esa venda que impedía que viese lo bella que es la vida, la que no me dejaba escuchar la esencia de las sonrisas y la que me obligaba a callar mis propias palabras.
Por fin, me sentí feliz, pero completamente feliz. Era la primera vez que lo hacía de esa manera. Por fin volvía a reencontrarme con todo mi pasado, aquel que me quería pero que me quería de verdad, en el propio sentido de la palabra.


                                                                                              Aida Carballo Fazanes 3ºB

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